El Canadá Británico

Los ingleses transforman a Canadá en colonia británica


Carlos I de Inglaterra, tomando por pretexto la defensa de la causa de los hugonotes, declaró la guerra a Francia. Con tal motivo, empezó en el Canadá francés, a principios del siglo xXVIII la injerencia de los ingleses, quienes, en virtud del tratado de Utrecht, firmado en el año 1713, obtuvieron parte de la Arcadia o Nueva Escocia, Terranova y los territorios de la bahía de Hudson, y ampliaron de esta manera las posesiones que ya ocupaban en el suelo americano.
Ingleses contra franceses también lucharon en el Canadá en la guerra de los Siete Años; ante los muros de Quebec fue vencido y muerto por el general inglés, Wolfe, el marqués de Montcalm, jefe del ejército francés de Luis XV en el Canadá, y finalmente, por el tratado de París de 1762, Francia cedió a Inglaterra todas sus posesiones continentales en territorio de América del Norte.
Reducido el Canadá a colonia inglesa, reinó buena armonía entre los colonos y los nuevos conquistadores. En 1775 comenzó la guerra de independencia entre Inglaterra y las colonias rebeldes de Norte América; un ejército de éstas invadió el Canadá y sitió a Quebec, con mal éxito, pues su general, Montgomery, murió delante de la ciudad. Terminada la guerra, los loyalistas pasaron a establecerse definitivamente en la colonia.
Para estimular al Canadá a permanecer leal a la corona de Inglaterra y permitirle competir con Estados Unidos como campo de inmigración, la metrópoli lo dotó de una especie de gobierno libre. Hasta 1774 lo había gobernado como provincia conquistada. De 1774 a 1791 tuvo la nueva colonia, con el nombre de provincia de Quebec, un gobernador y un Consejo. Pero en 1791, Pitt, estadista británico, hizo aprobar la ley del Canadá, según la cual la colonia quedó dividida en dos provincias, llamadas Canadá Superior y Canadá Inferior, con el río Ottawa por límite. Cada una tenía un gobernador y dos cuerpos legislativos. Había además un Consejo ejecutivo, pero ni éste ni el gobernador eran responsables ante los cuerpos legislativos. Ningún individuo del Consejo ejecutivo podía ser privado de su cargo, y por corrompido o impopular que fuese, sólo el gobierno británico podía destituirlo, por conducto del ministerio colonial, el cual estaba presidido por un secretario de Estado, que debía su posición a las veleidades de la política, y que a veces hasta ignoraba los nombres de las colonias cuya suerte estaba depositada en sus manos.

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